sabato 21 ottobre 2017

Santiago Maldonado è morto! (tre articoli da Pagina12, in spagnolo)




Lo que sí sabemos - Victoria Ginzberg

Santiago Maldonado murió durante un operativo represivo de la Gendarmería.
Gendarmería ocultó pruebas: entre otras cosas, lavó las camionetas que participaron en el operativo y no mostró las fotos en las que se veía a Santiago en la comunidad mapuche el día de su desaparición. 
  La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el secretario de derechos Humanos, Claudio Avruj, y otros funcionarios y dirigentes del oficialismo pusieron en duda que Santiago hubiera estado en Cushamen el 1 de agosto pasado. “Hay un veinte por ciento de posibilidades de que esté en Chile”, dijo la candidata a diputada Elisa Carrió hace apenas dos días. Cuando apareció el cuerpo que ahora se sabe con seguridad que es el de Santiago, Carrió lo comparó con Walt Disney.
  Mientras los miembros de la comunidad mapuche señalaban que habían visto por última vez a Santiago Maldonado cerca del río Chubut cuando huía de la persecución de los gendarmes, el Gobierno y sus medios de comunicación afirmaban que los mapuches eran terroristas que recibían entrenamiento de grupos extremistas kurdos de Turquía y de las FARC colombianas. Y sembraban versiones que indicaban que Santiago estaba en cualquier lado: en Entre Ríos (“donde hay un pueblo en el que todos se parecen a Santiago”), en Tierra del Fuego, donde un matrimonio lo había levantado mientras hacía dedo, o en una peluquería de San Luis, donde le estaban cortando las rastas. Llegaron a decir que Santiago se ocultaba a propósito, que había “pasado a la clandestinidad” y que lo hacía como un “sacrificio”. No sólo eso. El Gobierno acusó a Santiago Maldonado de intento de asesinato, dijeron que era probable que hubiera atacado a un puestero de Benetton. Y muchos lo replicaban como si estuviera comprobado. Cuando esa hipótesis quedó descartada y la investigación comenzó a centrarse en la actuación de los gendarmes, el gobierno rechazó que expertos de Naciones Unidas intervinieran en el caso.
  Bullrich dijo también que su jefe de Gabinete, Pablo Noceti –que había anunciado que detendría a los mapuches sin intervención judicial– estaba presente en el lugar de la represión porque había “pasado a saludar”.
  Hay muchas cosas que aún no sabemos. No sabemos si el cuerpo de Santiago estuvo en el río durante 78 días o si alguien lo llevó allí luego. No sabemos aún cómo murió Santiago. Pero sí sabemos que murió durante un operativo represivo de Gendarmería. Y sí sabemos cómo se comportaron luego los gendarmes, el Gobierno y los grandes medios. No olvidemos.

“El calvario no terminará hasta tener justicia” - Irina Hauser

“Es Santiago”, dijo Sergio Maldonado en la puerta de la Morgue Judicial, con esa entereza que lleva a todas partes, después de ver el cuerpo sin vida de su hermano y poder reconocerlo, según precisó,  por “los tatuajes”. “La Gendarmería es responsable –pidió no perder de vista– por lo que vamos a seguir la investigación para que se sepa la verdad y tener justicia”. Los 56 peritos que realizaron la autopsia, que terminó a las 10.20 de la noche, pudieron establecer que el cadáver no tenía golpes, ni heridas de bala, rastros de ahorcamiento ni otros signos de agresión visibles. Estaba completo y en buen estado, lo que podría responder a su permanencia en aguas de muy baja temperatura. La causa de la muerte podría ser el ahogamiento, pero para confirmarlo hay que esperar los resultados de estudios adicionales que demorarán dos semanas. Algunos expertos sostienen que eso no descartaría que lo hayan ahogado. Todavía no hay conclusiones sobre cuándo se produjo la muerte y cómo llegó el cuerpo hasta el punto donde fue hallado, a menos de 70 metros del lugar donde estuvo un grupo de gendarmes en la persecución a la Comunidad Pu Lof en Resistencia de Cushamen en medio de la cual desapareció. En un comunicado la familia pidió que no sólo se dilucide quiénes fueron los responsables de la muerte sino quiénes “colaboraron en el encubrimiento y perjudicaron el proceso de búsqueda”.
Sergio estalló de furia cuando supo que su mamá había recibido un llamado desde un número “privado” (sin identificación) de Mauricio Macri “diciéndole que se solidarizaba”.  “Es un hipócrita, me parece muy bajo. Son muy perversos, hay un límite para todo. La llama a mi vieja antes de las elecciones, me da asco”, dijo en el programa de Nelson Castro, pidiendo disculpas por el tono de su enojo. Pero se había sumado otra situación: el ministro de Justicia, Germán Garavano, le había dicho al periodista de TN que había hablado con él para darle las condolencias, y no era cierto.  “El ministro no habló conmigo, si habló que muestre la grabación. Me escribió por whatsapp. Yo tendría que estar llorando a mi hermano pero tengo que estar pendiente porque no paran de tirar basura”, desmintió. “Me hubiese gustado hacer un duelo, pero ni eso me permiten”, le dijo a PáginaI12.  
Durante los 78 días que duró la pregunta “¿Dónde está Santiago Maldonado?” la postura incesante del Gobierno fue negar responsabilidad de Gendarmería en los hechos, por ostensible que fuera que la desaparición se produjo en medio de una represión de esa fuerza que ingresó sin orden judicial al territorio de la Pu Lof en Resistencia, e incluso poner en duda la presencia del artesano en el lugar, que incluso estaba fotografiado por la propia fuerza con la vestimenta que describió el testigo Matías Santana. Sin contar las afirmaciones de Elisa Carrió sobre un “20 por ciento de posibilidades de que esté en Chile”, y la presencia insistente de funcionarios del Ministerio de Seguridad en Esquel, monitoreando la causa en forma permanente y hasta consiguiendo participar en medidas de rastrillaje que ni a los familiares se habilitaba.  
 La familia Maldonado difundió un texto después de reconocer el cuerpo en el que dice que “el calvario” que para ellos se inició el día que supieron de la desaparición de Santiago “no terminará hasta obtener justicia”. En ese comunicado explican que mantienen grandes dudas sobre las circunstancias en que fue hallado el cadáver y que es “el momento de avanzar con firmeza en la investigación y dejar trabajar sin presiones al juez Lleral”. “Necesitamos saber qué le sucedió a Santiago y quiénes son los responsables de su muerte. Todos. No sólo quienes le quitaron la vida sino los que, por acción u omisión, colaboraron con el encubrimiento y perjudicaron el proceso de búsqueda (…) Estábamos en lo cierto al reclamar por la inacción, ineficacia y parcialidad del juez anterior en la tramitación de la causa. Nos sigue resultando inexplicable la negativa del Gobierno Nacional ante el ofrecimiento de colaboración de expertos de la ONU, de comprobada experiencia internacional. Nadie podrá sacarnos de la cabeza que se podría haber hecho mucho más y mucho antes”.
Primeros resultados
El reconocimiento de Santiago por parte de sus familiares se pudo hacer después de que los forenses prepararan y limpiaran el cuerpo. El cuerpo estaba en un buen estado de conservación, lo que permitió que se tomaran y cotejaran las huellas dactilares de doce puntos distintos. Fue la primera corroboración científica de la identidad. La operación de autopsia comenzó entrada la tarde. Todo el procedimiento estuvo supervisado por el Cuerpo Médico Forense, cuyas autoridades estuvieron presentes, y especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense. Hubo 56 personas en total dentro de la sala (entre técnicos, forenses, laboratoristas, entre otros) en que se hizo la autopsia, incluyendo dos veedores y el juez Gustavo Lleral. Fue filmado con dos cámaras y fotografiado. Afuera había otros tantos asistentes.
Se encontraron con un cuerpo que no tenía mutilaciones, que estaba en buen estado de conservación, informaron a PáginaI12 allegados a la investigación. Sin golpes, heridas de bala, signos de ahorcamiento, forcejeo  u otras agresiones de terceras personas. Tenía, por ejemplo, pulseras que no dejaron ninguna clase de marcas. Sólo tenía la mordedura de un pez en el lado de derecho del rostro y en la frente marcas que podrían ser de colmillos de un zorro. El proceso de putrefacción era incipiente. Es posible que las bajas temperaturas del agua colaboraran con la conservación. Pero todavía no se estableció cuánto tiempo estuvo en el agua, cuándo ocurrió la muerte, ni es completamente seguro que se logre determinar con certeza.
No hay todavía conclusiones sobre qué fue lo que causó la muerte de Santiago. Los indicios de ahogamiento surgen de la ausencia de lesiones y  de que la médula estaba “líquida”. Además vestía mucha cantidad de ropa (pantalones y abrigos superpuestos) muy pesada. Los estudios que se harán para corroborarlo rastrean la presencia de algas (diatomeas, geoplancton o fitoplancton) tanto en la médula como en las cavidades cardíacas. En unos quince días se conocerá el resultado. Por esta cuestión estuvieron presentes dos expertos de la facultad de Ciencias Exactas. También se debe descartar si no pudo sufrir hipotermia. En el caso de que se hubiera ahogado, algunos forenses y criminalistas dicen que no se puede descartar que lo hayan ahogado. 
Será clave y tomará más tiempo reconstruir cómo llegó Santiago hasta ese lugar. Lo que es claro, como reveló este diario, es que un comparación y análisis en un mapa satelital de las imágenes tomadas en el lugar donde fue hallado el cuerpo en el Río Chubut, muestra que se encontraba a menos de 70 metros de donde estuvo un grupo de gendarmes, entre ellos el subalférez Emmanuel Echazú, que fue fotografiado allí. Echazú es el agente que aparece con sangre en la cara en algunas fotos y que según la enfermera de Gendarmería fue atendido ahí dentro de la comunidad. Además, junto con otro compañero tardaron casi doce horas en regresar a sus bases después que terminó el operativo. Llegaron a las 5.30 de la mañana del día siguiente, 2 de agosto. Santiago desapareció el 1 de agosto. Entre los numerosos y variados testimonios que dieron los Gendarmes a las propias autoridades de la fuerza para la investigación interna, hablaron de personas a las que perseguían que cruzaron el río. Santiago, al parecer, dudaba en cruzar por temor a no lograr nadar y flotar. La sola persecución de la Gendarmería sin razón alguna (ya que los piedrazos que alegan como delito en flagrancia se produjeron ya dentro del territorio de la Pu Lof) y la posibilidad de que, por caso, hayan visto a Santiago en el río y no hayan hecho nada por sacarlo, los compromete. Todo eso puede tener consecuencias, desde  la evaluación del allanamiento ilegal hasta el abandono de persona, y hace imposible describir la muerte de Santiago sin el papel central de esa fuerza.

Demolición de una persona - Luis Bruschtein

La familia Maldonado perdió un ser querido y es maltratada por un Estado que debería contenerla, dijeron el miércoles. Un hombre que sufre una enfermedad terminal fue acusado de traición a la patria y se lo citó el martes a tribunales para humillarlo en forma pública. Mirta Guerrero quiso acabar con su vida en la cárcel el miércoles porque fue acusada, condenada y humillada por su posición política. Contraviniendo toda la normativa internacional sobre derechos humanos, Milagro Sala es perseguida, encarcelada y maltratada por haber construido una poderosa organización popular que hizo más obra que cualquier gobernador. El miércoles otro juez rechazó un habeas corpus por ella y el pedido de internarla en una clínica. Sus abogados advirtieron por su estado de salud.
El ex canciller Héctor Timerman dijo en una carta que no sabe si podrá ver siquiera cuando lo condenen o cuando la historia lo exonere. “Gobernador Morales, si quiere un muerto, aquí lo tiene” dijo Mirta Guerrero antes de intentar ahorcarse con una toalla en el baño del penal Alto Comedero. “Hay mucha preocupación por su estado de salud, que claramente se agravó por nuevos hostigamientos del personal del servicio penitenciario” advirtió el martes la defensa de Milagro Salas. Y el miércoles, una familia que había pasado siete horas junto a un cuerpo sin vida que finalmente reconocieron como el de Santiago Maldonado expresó claramente que “el Estado nos hostigó desde el primer día”. Entre la perversión y lo insensible, estas imágenes se sucedieron toda la semana ante un país dividido entre los desbordados por una  mezcla de tristeza e indignación, por un lado y la canalla de aplaudidores más los indiferentes en el otro.  
Todas las escenas tienen un rasgo en común: la demolición de la persona como fin, el ataque, la persecución incesante, la humillación y la difamación. El adversario se desintegra célula a célula, reducido a lo indecible, en una tortura que ya no se practica en una pieza oscura, sino a la luz del día, incitando a la complicidad pública, buscando el aplauso y la complicidad o la desolación y el miedo.
El sistema que se está construyendo ya no busca el ocultamiento, ni medias verdades. Esas escenas se producen a la vista, reclaman la complicidad, incitan el respaldo de la horda. Como apunta Jorge Aleman, el neoliberalismo no sólo destruye valores, reglas institucionales y jurídicas, sino que va a la captura de la subjetividad para reformarla y construir una nueva subjetividad. El poder sumado del Estado, la economía, lo judicial y lo mediático que confluye en el gobierno de Mauricio Macri hace pública la escena de la persecución y destrucción del adversario. Y la impunidad ante ese acto publicitado lleva implícita la demanda, desde el poder hacia la sociedad, de asumir esa acción como propia o resignarse a la impotencia.
La corporación mediática denuncia y condena en un solo párrafo sin transición, crea un reflejo condicionado que embrutece. El hombre, o la mujer, sentados frente al televisor o junto a la radio son convocados a la ira, al clamor por una justicia flamígera impiadosa, mientras los representantes del capital concentrado les dicen en el coloquio de IDEA de Mar del Plata que con toda la legislación que defiende al trabajo es imposible hacer disminuir la pobreza. Los dueños de la riqueza convencieron a ese hombre y a esa mujer abducidos por los medios que tienen que ser más pobres para que se pueda luchar contra la pobreza.   
El hostigamiento a la familia Maldonado no se entiende fuera de ese contexto. Hasta los militares de la dictadura fueron más cuidadosos en el trato a las Madres para no provocar a la opinión pública. Bastó que la familia expresara sus recelos sobre la actuación de la Gendarmería durante la represión del primero de agosto a los mapuches, para que les dispararan con toda la artillería desde todos los medios que controlan, desde los grandes diarios, hasta las operadoras de radio con la complicidad activa de muchos de sus periodistas. Todos los funcionarios que se refirieron al tema fueron despectivos hacia la familia que había perdido un ser querido. “Estamos investigando y hay un 20 por ciento de posibilidades que se encuentre en Chile” se dijo antes de que apareciera. “Congelado como Walt Disney” se dijo cuando apareció el cuerpo. La subestimación y el tono despectivo hacia la familia se convirtieron en una consigna editorial en el tratamiento de la desaparición de Santiago Maldonado. Este maltrato no es un fenómeno aislado, un “exceso” como decían los ex comandantes. Por el contrario se trata de una regla que se instaló definitivamente con este gobierno. Hay que cosificar, disminuir al adversario para desarmarlo y hostigarlo y maltratarlo para desmoralizarlo y si es posible, destruirlo.  
Entre esa andanada que embrutece a sus protagonistas y seguidores, los organismos de derechos humanos y la familia han tratado de sostenerse en un lugar racional, de argumentos y pruebas, de reclamos institucionales y pacíficos. No se les escuchó una sola palabra de violencia. Son planetas que orbitan estrellas diferentes. Dos ideas de humanidad. En el mundo va ganando la más brutal, la que empobrece las ideas y los bolsillos, igual que en Argentina.
Ya ni siquiera se discute la validez de las acusaciones, si son reales o inventadas. Se puede estar en desacuerdo con el memorándum con Irán. Pero acusar de traición a la patria por una decisión institucional respaldada por el Congreso, más que como búsqueda de justicia se tiene que interpretar como revanchismo. Ni siquiera es necesario aclarar que lo acusa parte del grupo de la colectividad judía que está enjuiciado en la actualidad en la causa por encubrimiento. Los que llevan la acusación integraban la conducción de Beraja. Las acusaciones por traición a la patria prácticamente no existen en tiempos de paz. Bernardino Rivadavia acusó de traidor a la patria al general San Martin. Son acusaciones con más intención de hacer daño moral y político que de buscar justicia. Seguramente con el tiempo, la causa se va a caer y es probable que Timerman, enfermo de cáncer, no alcance a verlo. Pero habrá sido arrastrado por esta humillación, junto a su familia, justo en la semana previa a las elecciones.
Las acusaciones contra Milagro Sala tienen un trasfondo político, lo cual ha sido reconocido por los mismos radicales. El gobernador Gerardo Morales estaba convencido de que no iba a poder gobernar sin destruir antes a la Túpac Amaru. Eso también es evidente. Pero aún cuando alguien considere que los cargos tienen algo de verdadero, el maltrato, las humillaciones, la instigación a las demás presas para que la hostiguen en el penal, tanto a ella como a las otras presas políticas que integraban la Túpac, la negativa a internarla, el retiro de la psicóloga, todo ese abuso ejecutado por los jueces, sobre todo por Pablo Pullen Llermanos, no tiene ninguna relación con la causa. Hay un trasfondo más oscuro, más relacionado con la perversión, el sadismo y el regodeo con una revancha desde el poder oligárquico contra una india revoltosa. Hay regodeo, hay sadismo y hay perversión permitidas porque desde su punto de vista se trata de poner las cosas en su lugar.
Además de esta interpretación de Jorge Alemán, los escenarios de ataque brutal y denigración del adversario están descriptos desde un lugar más pedestre en el libro El arte de ganar de Jaime Durán Barba, asesor del presidente Mauricio Macri. Ese libro tiene un capítulo que se llama “Cómo destruir psicológicamente al adversario”. Allí dice que en determinadas situaciones “el objetivo era nublar su mirada con la ira para que se destruya a sí mismo. Demoler psicológicamente a un ser humano no es tan fácil de hacer, en ocasiones, el ataque político fue tan brutal que el adversario se aniquiló psicológicamente e incluso llegó al suicidio”.
Como afirma Jaime Durán Barba, la política argentina ha mutado hacia un territorio fangoso y poco explorado que opera en forma salvaje en comunión con la prensa corporativa y la mayoría del Poder Judicial. Todo es llevado a sus extremos, ya no se trata de ganarle al adversario, o a cualquiera que surja como obstáculo, ya sea un medio como PáginaI12, un movimiento social o la familia Maldonado. Ahora se trata de destruirlo, de aniquilarlo y demolerlo “psicológicamente”. Acaban de informar que Milagro Sala se “autoagredió” en el penal y que una de sus compañeras, Mirta Guerrero, trató de ahorcarse con una toalla en el baño de la cárcel. Allí está la carta de Timerman, un hombre humillado que no sabe si podrá vivir para limpiar su nombre, y están las palabras desoladas de Sergio Maldonado que acaba de recuperar el cuerpo de su hermano desaparecido hace 70 días. El cambio ha traído una nueva forma de hacer política.
da qui

Nessun commento:

Posta un commento