giovedì 22 agosto 2019

Beato chi era in quella sala da concerto il 29 giugno 1989






La noche que Gandini desconcertó a Pugliese - Federico Monjeau

Un buen amigo acaba de mandarme por correo electrónico un video maravilloso. Está en YouTube, tiene ya muchos años y seguramente lo haya visto medio mundo, pero yo no lo conocía. Es un encuentro del Sexteto de Astor Piazzolla con Osvaldo Pugliese y su Orquesta en un teatro de Amsterdam, en junio de 1989. Tocan La Yumba, la emblemática y onomatopéyica creación de Pugliese, cuyo nombre cifra una manera muy singular de arrastrar el ataque y de acentuar los tiempos del compás.
Pugliese está con 84 años y luce un moño impecable; sus dedos largos y huesudos caen sobre el teclado con la seguridad del sonámbulo y todavía parecen conducir la orquesta entera. La ejecución termina y, todavía en medio de los aplausos, empieza a sonar un piano. Es Gerardo Gandini, integrante del último sexteto de Piazzolla. Gandini continúa tocando La Yumba a su manera, que es una manera particularmente explosiva. Esa composición (y la orquesta misma) de Pugliese tiene una cosa muy obsesiva, que Gandini extrema.
El cameraman tiene una intuición genial, al enfocarlo en tres o cuatro oportunidades a Pugliese mientras suena el solo de Gandini. Primero su rostro revela perplejidad, como si el venerable maestro se preguntara “qué es esto”. En una segunda imagen parece como si Pugliese dijera algo y llega a esbozar una media sonrisa. Poco después reaparece más serio, acaso impaciente, y da un ligero resoplido. En medio de todo eso la cámara busca la cara de Piazzolla, que baja un poco la vista mientras ríe pícaramente. Algún músico de sexteto parece mirarlo a Gandini un poco desorbitado.
Gandini no sólo sorprende al autor de La Yumba sino también a sus propios compañeros del sexteto, entre otras cosas porque en el mundo del tango los homenajes (y lo de Gandini es a su manera un homenaje a Pugliese) se conducen de manera más solemne. La improvisación de Gandini continúa, hasta que pasado el minuto el músico comienza a frenar sus explosiones y dos o tres segundos le bastan para preparar la introducción de Adiós Nonino, en donde volverán a sumarse el sexteto y la orquesta, con Pugliese tocando de nuevo el piano mientras ojea la partitura de Piazzolla abierta en su regazo.
Gandini había sido convocado a fines de los ochenta por Piazzolla para integrar su sexteto durante una gira por Japón. Hasta ese momento su relación profesional con el tango era inexistente. Según su propio testimonio, el tango era más que nada un recuerdo que asociaba con su padre y con su infancia en Villa del Parque. De todas formas, Gandini no rehusó el ofrecimiento, tal vez sin saber muy bien lo que le esperaba. “Tocás como un italiano”, le propinó Piazzolla en el primer ensayo, lo que quería decir que tocaba todas las notas escritas cuando había que tocar sólo las que importaban. Pianista consumado, Gandini admitió que tuvo que practicar días enteros hasta conseguir el timing y la economía requeridas por Piazzolla, además de eso que los músicos de tango orgullosamente llaman “mugre”.
Pero Gandini no se conformaría con ese orgullo de arrabal. El sorprendente solo de La Yumba ya prefigura claramente los “postangos”, el proyecto que Gandini encaró en 1992, tras la muerte de Piazzolla. En esa improvisación todo parece provenir efectivamente de La Yumba. Es como una Yumba estallada en poco más de un minuto. Gandini no estiliza los tangos por vía de procedimientos clásicos. Con tangos “duros” como ese de Pugliese o con La Cumparsita parece incluso que asistiéramos a una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo. Lo que se oye no es un tango “culto”, aunque la forma de esas improvisaciones no podrían provenir de un músico de tango, ni siquiera de uno tan poco idiosincrático como Osvaldo Tarantino. Los “postangos” que se vislumbran en ese solo de 1989 forman un extraño y fascinante capítulo de la música contemporánea, que se abre y se cierra con Gandini. La perplejidad algo incómoda de Pugliese es perfectamente comprensible, ya que lo que se expresa allí no es una continuación del tango por otros medios sino, más bien, un bellísimo epitafio.


Piazzolla y Pugliese en Holanda concierto histórico - Bruno Passarelli

Tuve el honor y el placer de estar sobre ese escenario en ese concierto histórico. Con la inconsciencia que da la juventud, estuve haciendo música que nunca se olvidará con dos grandes del tango y de la música. De ese concierto, además de los recuerdos imborrables (como si fuera hoy) conservo una partitura firmada por Astor, que dice “recuerdo de haber tocado juntos en Amsterdam” de su puño y letra.
Fue el 29 de junio de 1989, ante el teatro repleto, sobre todo por un público joven, atento y entusiasta. Hay un video que anda dando vueltas por la red que muestra a don Osvaldo impecable en su traje gris oscuro cruzado y con un restallante moñito de color violeta, y a Astor vestido informalmente, con esa camisa negra que en su última época era su vestimenta preferida y descifradora.
La orquesta se desplegó de su manera habitual. Los bandoneonistas eran Roberto Alvarez, Alejandro Prevignano, Fabio Lapinta y Héctor del Curto. A sus espaldas, la línea de violines con Gabriel Rivas, Diego Lerendegui y Fernando Rodríguez. Sobre el lado izquierdo, el cellista Patricio Villarejo y entre Lerendegui y el piano de don Osvaldo, se posicionó Amilcar Tolosa con su contrabajo.
Los integrantes del Sexteto se distribuyeron mezclados entre los músicos de Pugliese. Un paso más adelante de la fila de bandoneones, en su posición tradicional, o sea de pie con el instrumento sobre la rodilla derecha, se ubicó Piazzolla, a quien imitó Daniel Binelli, convocado por Astor para la ocasión.. Detrás de los violinistas, quedó el piano destinado a Gerardo Gandini. Y se entremezclaron los otros tres integrantes del Sexteto: José Bragato (cello), Héctor Console (contrabajo) y Horacio Malvicino (guitarra).
Sin decir palabra, y tras agradecer los aplausos con una sonrisa y con una leve inclinación de cabeza, Pugliese dio el vía desde el piano a los compases de “La Yumba”. Y el teatro pareció retumbar al ritmo milonguero y prepotente de los bandoneones, esta vez realzados en sus sonidos con las zapadas vigorosas de Piazzolla y Binelli. La ejecución siguió la orquestación tradicional, a la que Astor pareció adaptarse sin ninguna dificultad, algo que después desmentiría. Y el cierre, como podía esperarse, fue una ovación que hizo temblar hasta los cimientos del Teatro Carré.
Aquella velada, bajo el título “Finally Together” y grabada en vivo, fue llevada al disco recién en 1992 (Lucho 7704-2 CD) . Además de “Adiós Nonino” y “La Yumba”, que el Sexteto de Astor y la orquesta de Pugliese interpretaron juntos, la registración incluye los otros temas que la formación de Piazzolla ejecutó: “Buenos Aires Hora Cero”, “Tanguedia III”, “Milonga del Angel”, “Camorra III”, “Preludio y Fuga”, “Sex-tex” y “Luna”.

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