un killer rinomato viene contrattato per un lavoro pulito, è il migliore della piazza, non c'entra con la dittatura militare argentina (forse, ma l'orrore era ancora presente).
mi ha ricordato due libri posteriori, "L'uomo duplicato", di José Saramago, e "Luce nera", di Didier Daeninckx, e anche un gran film belga, o "Il segreto dei tuoi occhi", per motivi che non posso dirvi, se ancora non li avete letti o visti.
appare anche un bambino e due donne.
in questo libro c'è un mondo, scoprilo.
Mendizábal è un killer a cui ti affezioni, lo capirai solo leggendo - franz
…che Gli ultimi giorni della vittima sia un testo malinconico è fuor di
dubbio: lo è il personaggio di Mendizábal, killer cinquantenne che osserva il
suo invecchiare malinconico come riflesso dell’osservazione della prossima
vittima; malinconica lo è anche la scena, una periferia cittadina crepuscolare
e muta, panchine di stazioni e parchi cittadini polverosi, la scena è uno
sfondo scialbo; infine malinconica è la scrittura di Feinmann, camaleontico
come sempre, che sembra accompagnare il passo strascicato del killer
strascicando a sua volta la penna sul foglio.
È malinconico per essere
l’ultimo, per essere fuori catalogo e per la storia. Ma d’altra parte, qual è
il senso della malinconia, la natura della malinconia? Questa condizione che
definiamo malinconia, perché ha questa natura così tanto letteraria? Il senso
di solitudine che avvolge quando lo sguardo si posa sulla scena e produce un
senso di estraneità. Il silenzio dell’osservatore che in penombra contempla la
vita degli altri. Il ricorrente riflettere sulla morte, sulla finitezza, sullo
scorrere del tempo. Il ricordo dei giorni quando non ci si pensava alla luce
crepuscolare. Il raccogliere le proprie poche cose alle quali si tiene in modo
particolare, contarle, scoprire che sono davvero poche e sono per lo più non
condivise, segrete, certamente sopravvalutate. Potremmo andare avanti ore a
descrivere la malinconia. Ecco perché è tanto letteraria: è illimitata la
descrizione della consapevolezza della limitazione…
…La gran virtud de “Últimos días de la víctima” es que
como obra funciona a la perfección a todos los niveles. En el más superficial,
por llamarlo de alguna manera, consigue atrapar al lector de manera absoluta
con la intriga que propone. En el psicológico plantea de manera magnífica el acercamiento,
incluso cierto intento de transmutación, del asesino con el asesinado, y en el
social, escenifica de forma realista y creíble el miedo que cualquiera puede
tener a ser utilizado por los alargados tentáculos de los diferentes poderes.
…Gran parte de la historia transcurre
dentro de la cabeza de Mendizábal, en la que el narrador omnisciente bucea a su
antojo. Sus obsesiones, sus miedos, sus placeres y sus odios lo llevan a
mimetizarse con su víctima, Rodolfo Kulpe, veinte años más joven que él, el
otro personaje principal.
Kulpe, que vive en un departamento
del barrio de Belgrano, es todo lo que no es Mendizábal; joven, rubio, alto; a
diferencia de su victimario que es morocho, robusto y de baja estatura. Además,
tiene un buen pasar económico, una mujer llamada Amanda, con la que se
encuentra todos los días en las barrancas de Belgrano, un niño al que Kulpe
trata como a un hijo, aunque no lo es, y una amante llamada Cecilia, bailarina
en un cabaret. Con Cecilia tiene una relación apasionada y con Amanda una
relación más conflictiva.
Mendizábal no se muestra conforme
con su vida y ve en su víctima una forma de escapar de su existencia huraña y
solitaria. Tiene cincuenta años. No tiene pareja ni amigos. Es exitoso en su
trabajo, pero este ya no reviste grandes emociones para él. Hasta fue olvidando
la cara y las historias de aquellos a quienes asesinó a lo largo de su vida. En
el seguimiento que hace de Kulpe, acaba por enamorarse de Amanda y de Cecilia.
Al acercarse demasiado a ellas e intentar conquistarlas, arriesga la operación
para la que había sido contratado.
Por fuera de la relación entre
Mendizábal y Kulpe, hay un personaje, que es secundario pero que tiene gran
importancia para crear la tensión necesaria en la novela. Este personaje se
llama Peña y es el contacto entre “el hombre importante” y Mendizabal. Peña es
otro asesino a sueldo, pero más descarnado y directo para llevar a cabo su
trabajo. No anda con vueltas. Es una persona sencilla, de aspecto vulgar, que
alguna vez trabajó en un frigorífico.
En un encuentro que tiene en un
restaurante con Mendizábal, dice: “Después de trabajar en el frigorífico fui
cambiando de trabajos, sin mucha suerte. Hasta que me enganché con los fierros
y me llamó el patrón”. Si tenemos en cuenta que la novela fue publicada en 1979
y transcurre en los primeros años de la dictadura militar, la frase “hasta que
me enganché con los fierros” adquiere un sentido que no hay que pasar de largo.
Se convierte en una marca de época, un elemento histórico importante. Los años
setenta en la Argentina estuvieron marcados a fuego por la violencia.
Comenzaron con la dictadura de Lanusse. El retorno de Perón se avecinaba en
medio de una creciente espiral de violencia generalizada. Una parte importante
de la juventud había optado por la lucha armada contra el régimen. Finalmente,
tras la muerte de Perón asume el gobierno de Isabel Martínez de Perón, que es
derrocada en 1976 por una junta militar que instaura la última y más sangrienta
dictadura de la historia argentina. En este contexto transcurre la novela de
José Pablo Feinmann, y Peña es un claro ejemplo de los personajes que toman
partido en esa lucha que surgió del momento histórico que vivió el país…
da qui
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